El tractor robot llega al campo

A finales del siglo XIX surgieron los primeros tractores a vapor, que iban a revolucionar la agricultura: redujeron la necesidad de mano de obra, aceleraron las tareas y permitieron prescindir de las bestias de carga y arrastre. Los pastos y terrenos dedicados a alimentarlas se convirtieron en nuevas extensiones en las que cultivar.

Poco después llegaron los tractores de gasolina, más eficientes, y desde entonces estos vehículos no han dejado de evolucionar. Los más modernos tienen aire acondicionado, GPS y grandes pantallas en las que ver cómo marchan las cosas en la granja.

El fabricante de tractores estadounidense Case IH acaba de presentar en una feria de Iowa (EE. UU.) dedicada al progreso agrícola un prototipo de tractor autónomo que no necesita conductor y convierte a su dueño más en un gestor de máquinas que en un agricultor a la vieja usanza. El vehículo prescinde de la cabina e integra GPS, cámaras con sensores y varios sistemas de radar.

Una aplicación permite programar sus acciones y sincronizar su trabajo con el de otros tractores equipados con la misma tecnología. Si el vehículo se topa con un obstáculo en su camino, avisa a su dueño y este puede cambiar su ruta mediante control remoto.

Bestia agrícola

La estrella de Case IH es un buen bicho: tiene 419 CV, frente a los 340 de los modelos más potentes de la serie Magnum, la más moderna de la marca, y luce un diseño agresivo que le da un aire de Transformer a punto de ponerse en pie.

Aún es un prototipo, pero es un ejemplo más de la creciente aplicación de la robótica a la agricultura. Por ejemplo, los drones se usan cada vez más para vigilar el estado de los cultivos y el terreno, localizar plagas en estadios tempranos de desarrollo, fertilizar y fumigar e incluso hacer las veces de espantapájaros.

Un estudio de la consultora IDTechEx citado por el diario El País es muy significativo acerca del futuro del sector: el mercado de los robots y los drones para la agricultura mueve 3.000 millones de dólares anuales. En 2022 llegará a los 10.000 y en 2026 rondará los 20.000.